Amenazas, difamaciones y otras repercusiones negativas

Mis actividades y opiniones han tenido algunas repercusiones desagradables que han incluido amenazas, ataques a mi libertad de expresión y difamaciones.  Incluyo aquí en los casos más relevantes, a partir de 1990.

Amenazas

En 1994, un escrito anónimo me sentenció a muerte, junto con otros promotores de los derechos humanos. Es siempre difícil establecer la seriedad del riesgo y, aunque en el pasado había ignorado esos mensajes, tomé en serio la amenaza porque 1994 estuvo salpicado de violencia política y porque participaba en la Coordinación Nacional de Alianza Cívica, que organizó una observación integral y nacional de las elecciones presidenciales. En consecuencia, acepté la protección policíaca ofrecida por la Procuraduría General de la República.

(Ver escrito anónimo)



En 2001, el periódico Reforma recibió un texto parecido. Fue un año complicado porque iniciaba el primer gobierno de la alternancia y había publicado el libro (La Charola. Una historia de los servicios de inteligencia mexicanos), que abordaba asuntos muy delicados sobre la guerra sucia. En consecuencia, acepté que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos solicitará al gobierno mexicano medidas cautelares y volví a tener protección policíaca durante un par de años.

(Ver escrito anónimo)

 

Ataques a mi libertad de expresión

En 1991 y, como presidente de la Academia Mexicana de Derechos Humanos, participé en una campaña de observación para verificar si teníamos elecciones libres y confiables. El canal 13 de Imevisión (actualmente TV Azteca) censuró una entrevista que había concedido a un programa producido por TV UNAM; presenté una queja ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) que, en 1992, me concedió la razón y emitió una recomendación al gobierno federal para que retransmitiera el programa. Esa fue la primera vez que la CNDH se declaraba competente en un tema de libertad de expresión.


(Ver Recomendación CNDH 166-1992)

 

Difamaciones y reaccciones

En México es muy fácil difamar. Entre 1997 y 2006, fui difamado en más de cien ocasiones: en cartas al editor, columnas de opinión, notas periodísticas y menciones en trabajos académicos. Lo he padecido durante años y en otra sección hablo de la demanda jurídica que interpuse para defender mi honor. Incluyo aquí otros ejemplos, que muestran un abanico de métodos empleados para agredir.


(Ver el texto: "Cuando los gorilas se disfrazan de académicos")


(Ver otras cartas ofensivas)

Los ataques anónimos

También se han difundido textos anónimos. De éstos van algunas muestras:

"Sergio Aguayo y su Alianza Cínica". El texto de 16 páginas fue distribuido ampliamente en el 2000 en medios de comunicación, políticos y organismos civiles  nacionales e internacionales. En este documento hacen una revisión injuriosa y malintencionada de mi producción académica.

(Ver texto)

 

La carta apócrifa a Proceso. En el 2005, alguien que se hizo pasar por el estudiante Luis Arturo Cabrera Jiménez, logró que esa revista le publicara una carta. Demostré que había dado una dirección falsa y que, su redacción y firma, eran diferentes de las que había empleado cuando solicitó información a la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal.

(Ver carta apócrifa)


(Ver respuesta de Sergio Aguayo Quezada)

 

Diario Monitor publicó, el 16 de marzo del 2006, un reportaje poco profesional y superficial (la periodista nunca me buscó para tener mi punto de vista). Independientemente de ello, una persona u organización anónima, aprovechó el artículo para enviar a los medios de comunicación un Boletín de Prensa anónimo y difamatorio.

(Ver artículo y boletín de prensa)


(Ver respuesta de Sergio Aguayo Quezada)


(Ver respuesta de la periodista)


(Ver boletín de prensa anónimo)

 

El 20 de abril del 2006, alguien que se firma con el nombre de María Martha Rosales Ríos, envío una carta al periódico Reforma. El texto guarda un enorme parecido en sintaxis, estilo y formato con otras cartas; una de ellas, la apócrifa del supuesto estudiante Luis Arturo Cabrera Jiménez.

(Ver carta)

 

En relación con la autoría de las cartas arriba mencionadas, la doctora Rebeca Barriga, especialista en lenguaje de El Colegio de México, encontró indicios de que se trataba de una sola persona quien las estaba escribiendo, para enviarlas a los medios con otros nombres.

(Ver análisis de la Doctora Rebeca Barriga)

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