30 de enero de 2016
En México, la norma es que las víctimas y algunos medios de comunicación denuncien la barbarie, y que los gobernantes la burocraticen y trivialicen. La frustración y parálisis resultantes están provocando la incorporación de nuevos actores. En mi colaboración anterior escribí acerca del despertar católico. Ahora me referiré al de las universidades.
La trivialización y la burocratización del horror consisten en crear leyes e instituciones que atienden a las víctimas, pero sin solucionar sus casos. En lugar de una Comisión de la Verdad independiente, Vicente Fox entregó una Fiscalía Especial desabrida, cara y al final inútil; Felipe Calderón creó dependencias, promovió leyes y protocolos, pero ocultó la información sobre los desaparecidos; Enrique Peña Nieto emula a ambos y crea burocracias que nacen atrofiadas por el peso del cuatismo y el cuotismo. Hay, por supuesto, una que otra excepción.